30 de mayo de 2016

Sin prevención de malos hábitos alimentarios en las escuelas

Perla Alessandra Hernández Negrón
Estudiante de Periodismo
Escuela de Comunicación
Universidad del Sagrado Corazón

Culturalmente cómplices de una mala alimentación
(Editorial)

            ‘‘Culturalmente’’, ‘’Culturalmente’’, ‘’Culturalmente’’, culturalmente es aceptable asesinarnos y asesinar a nuestras generaciones a través de una pobre alimentación.
            Y es que mientras 2.3 millones de personas en el mundo fallecen anualmente a causa de obesidad y sobrepeso, en Puerto Rico ignoramos las estadísticas a la vez que nos comemos un bacalaíto bañado en aceite. Nos importa poco, porque culturalmente estar ‘‘gordito’’ es sinónimo de salud. Nos importa poco, porque culturalmente debemos hartarnos de las grasas saturadas y los azúcares que nos hacen más propensos a ataques del corazón, diabetes y otras enfermedades relacionadas al peso.
            Lamentablemente, ni la prevención periódica ni los días de concienciación sobre afecciones, son suficientes para que nos demos cuenta que la empanadilla de pizza con refresco que comemos de almuerzo, o peor aún, la que almuerzan nuestros hijos, son excesivamente perjudiciales para la salud.

            Somos cómplices de una pobre alimentación cada vez que tomamos la decisión de comprar comida rápida; en vez de preparar la cena en casa. También lo somos cuando nos quejamos de que las frutas y vegetales están ‘‘muy caras’’, pero terminamos gastando $10 en dulces y comida chatarra. Hay que salir de esta tradición. El Departamento de Educación debe mejorar la implantación de las normas que rigen la buena alimentación en las escuelas del País.  


Poco lícitas las ventas de comida en las escuelas de la Isla

Nota de la editora: Este es el primer reportaje sobre las irregularidades en la prevención de los malos hábitos alimentarios en las escuelas del país. En esta edición se expondrá la situación de las ventas de comidas poco saludables en los planteles.

Comprar una empanadilla de pizza y una lata de refresco en la guagüita de la esquina podría parecer el más grato e indefenso recuerdo escolar de cualquier puertorriqueño. No obstante, la realidad es otra, porque estos negocios ambulantes no solo ponen en riesgo la salud de los niños y jóvenes de la Isla, sino que también generan dinero por medio de ventas ilícitas.
Y es que en Puerto Rico, las tiendas de consumo ubicadas cerca de planteles escolares continúan sin control alguno vendiendo alimentos poco nutritivos a los alumnos, pese a que existen leyes federales y cartas circulares del Departamento de Educación (DE) que estipulan que las ventas de comida dentro y fuera del plantel están prohibidas.
Tal es el caso del estatuto Healthy Hunger Free Kids Act, establecido en el 2010 por el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. El precepto exige que escuelas bajo jurisdicción estadounidense velen por aquellos alimentos que consumen los niños y los jóvenes, ya que de lo contrario estarían incumpliendo requisitos específicos para recibir fondos del programa de desayuno y almuerzo escolar.
Sin embargo, caso omiso se hace en la escuela superior José Gautier Benítez y la elemental Nereida Alicea Cruz en Caguas, ya que éstas son ejemplo del incumplimiento del plantel a la hora de comunicarle a los dueños de los establecimientos los reglamentos locales y federales.
De hecho, tanto la carta circular del año escolar 2012 al 2013 como la del 2014 al 2015, las cuales determinan parámetros para ‘‘establecer ambientes escolares donde se promuevan buenos hábitos de alimentación’’, tienen como destinatario a los directores y personal administrativo de las escuelas.
Pero al parecer estos estándares reglamentarios no fueron recibidos y mucho menos ejecutados con severidad desde el momento de su implantación en la escuela José Gautier Benítez, cuyas instalaciones están cerca de al menos tres tiendas de consumo.
            Por eso, el personal de la camioneta de tacos de pollo y emparedados de carne con tocineta, que opera frente a la pared posterior del plantel hace más de 10 años, nunca ha sido advertido sobre los modelos nutricionales del comunicado del DE, según la encargada del vehículo, Aidé Martínez.
Camioneta que vende tacos
            Incluso sus ventas ni siquiera se han visto afectadas por la reglamentación de cierre de portones que firmó el exsecretario de Educación, Jesús Rivera en el 2011, pues con tan solo una escalera como apoyo y un gran recipiente en donde se coloca la comida, los empleados del vehículo se encargan de entregar tacos, emparedados y refrescos por encima de la pared de concreto que divide la escuela y el ‘‘food truck’’. 
            Así es como los estudiantes de la Gautier reciben su almuerzo a diario. En ocasiones, sin supervisión escolar, alumnas como Zuleika Sánchez, de 17 años, brincan las rejas para comprar su comida porque los alimentos del comedor ‘‘saben malos’’.
            ‘‘No me gusta el arroz ese de dieta (integral), es duro y no lo saben preparar. Ni me gustan los vegetales, ni nada de dieta. Lo que hago es que voy a la guagüita y me compro un taco de pollo con coca cola’’, sostuvo Sánchez.

Postura de la escuela
Sobre el particular, la maestra de Salud de la escuela, Elisa Hernández, aseguró que el plantel no tiene ningún control sobre este comercio debido a que los permisos para estar allí no son otorgados por el DE.
‘‘A nivel Isla no se está cumpliendo con las ordenanzas del DE. Se quedan en blanco y negro (la leyes estatales y federales) porque las actividades que se supone se lleven a cabo, no se están realizando’’, señaló la educadora.
Residencia que vende dulces 
            Por otro lado, y bajo un escenario similar, se encuentra una tienda de consumo cerca de la escuela Nereida Alicea Cruz, cuyo personal lleva vendiendo dulces y refrescos desde hace más de 40 años. La hija de la dueña, Lizandra Martínez nunca ha sido fiscalizada sobre el contenido nutricional de los productos que ofrece. Aun cuando una nueva misiva que comenzó a circular durante el año escolar 2014 al 2015, bajo el título: Política pública sobre estándares nutricionales para el ofrecimiento y venta de alimentos y bebidas en las escuelas públicas, insiste en que los planteles que ofrezcan alimentos, tanto dentro como fuera de las instalaciones, ‘‘deberán realizar un análisis de datos nutricionales de la etiqueta de cada producto’’.
            El negocio, un hogar con una de sus ventanas en los predios de la escuela elemental, opera desde las 7 a.m. hasta las 3 p.m. y atiende diariamente de 80 a 100 niños entre los 5 a 12 años, la población más propensa a sobrepeso u obesidad infantil, según datos del Center for Disease Control and Prevention (CDC, por sus siglas en inglés).

Atrás no quedan las cooperativas escolares
Algunas cooperativas de consumo también quebrantan los reglamentos de la carta circular número 31, que estipula que los productos en venta no pueden pasar de un 10 por ciento en grasas saturadas y que los líquidos deben ser 100 por ciento jugos de frutas u hortalizas y/o agua.
            Así lo demuestra la escuela superior República de Costa Rica en Caguas, en donde después de las 12:30 p.m. los jóvenes pueden comprar papas fritas con carne molida, tocineta y queso, además de bebidas carbonatas como la Coca Cola o Sprite, cuyo contenido calórico supera las 40 calorías que exige el mandato escolar. Este tipo de gaseosa, en solo un envase de ocho onzas, posee 140 calorías y más de 30 gramos de azúcar refinada.
A esto se añade el hecho de que en el plantel no se está ejecutando la reglamentación de cierre de portones que envió el DE en la misiva. De acuerdo a la estudiante Paola Chevres, los alumnos y alumnas de esta escuela pueden salir a consumir alimentos en el exterior cuando quieran, pero bajo responsabilidad individual.
‘‘Está abierto (el portón), pero a tu seguridad porque pasó un incidente con la guardia escolar. Por estar hablando, atropellaron a una nena que iba para la pizzería que queda enfrente, entonces se metió en problemas’’, detalló Chevres.

Solución no tan inmediata
Para la directora de la Autoridad Escolar de Alimentos del DE, Lourdes Velázquez, quien asegura estar siendo dinámica ‘‘llevando la ley y la carta circular’’, la situación representa un reto para la agencia porque, aunque ‘‘las garras’’ en términos de ley existen, las dificultades se presentan a la hora de que los directores ejecuten el estatuto.
De acuerdo a Velázquez, no será hasta agosto del 2016 que el DE exigirá al personal de las escuelas más rigurosidad al momento de implementar las ignoradas, pero existentes normales estatales y federales.
Así que mientras el DE planifica su nueva estrategia de ataque, los negocios de comida con poco valor nutricional seguirán generando ingresos por medio del daño a la salud de los niños y jóvenes puertorriqueños.

Nota de la editora: Como parte de la serie investigativa, mañana se presentará el segundo reportaje que discutirá las deficiencias del DE a la hora de prevenir enfermedades relacionadas al sobrepeso y la obesidad.

Si no es al Departamento de Educación, ¿a quién le incumbe la salud del estudiantado?

Nota de la editora: Este es el segundo reportaje sobre las irregularidades en la prevención de los malos hábitos alimentarios en las escuelas del país. En esta ocasión se presentarán las deficiencias del DE a la hora de prevenir enfermedades relacionadas al sobrepeso y la obesidad

            En una Isla donde el 28 por ciento de los niños se encuentra en sobrepeso u obesidad y un 46 por ciento son diabéticos, las deficiencias de los comedores escolares y los requisitos de graduación de las clases de educación física cada vez ayudan menos a los estudiantes.  
            Aunque el Gobierno y el Departamento de Educación (DE) insisten en la importancia de aumentar la actividad física entre los niños y jóvenes puertorriqueños, son más las escuelas que por falta de compromiso, supervisión y personal están poniendo en juego la salud de los alumnos mediante el incumplimiento de los requisitos de menú escolar y la transfiguración del programa de educación física.
            Escuelas como la Especializada Central de Artes Visuales de San Juan no siguen los patrones alimentarios estipulados por la ley federal Healthy Hunger Free Kids Act del 2010 y mucho menos los estándares dietéticos y nutricionales que impone la Autoridad del Alimentos Escolares como es la vital provisión de frutas y vegetales de la que el estatuto y la agencia hacen tanto énfasis.
Sin embargo, de acuerdo a la estudiante de 16 años Andrea Rodríguez, hay ocasiones que asiste al comedor de este plantel y no se le brindan frutas ni hortalizas.  
Por eso, el pasado 22 de abril, con la intención de denunciar la situación, Rodríguez decidió subir a Facebook una foto de la bandeja de comida que recibió ese día, la cual consistía de un hot dog, pan, leche y repollo.  ‘‘Alguien que me explique por qué se habla muchísimo de la salud alimenticia para los niños de Puerto Rico y este fue mi almuerzo ayer. Después se queja la escuela de que nadie va al comedor’’, cita la imagen de la joven.
A preguntas de este medio sobre el particular, Rodríguez explicó que la foto demuestra que un ‘‘hot dog con pan, relish, y leche, para nada son una comida saludable’’.
 ‘‘No es saludable y son bolsas de comida que se botan, porque las personas no están yendo al comedor; le tienen asco. A veces los jugos son de meses expirados y el arroz y las habichuelas no están bien cocinados’’, relató la estudiante. 
Pocos estudiantes en el comedor
Evidentemente este acontecimiento contradice la misión de la Autoridad de Alimentos Escolares para manejar problemas de sobrepeso y obesidad a través del desarrollo de un ‘‘gusto por el consumo de hortalizas y frutas’’ en el niño y el joven.
Asimismo, refuta el planteamiento de que la agencia ofrece una variedad de productos 100 por ciento frescos porque el repollo que muestra la publicación de Rodríguez es un alimento enlatado (previamente elaborado). Al igual que los albaricoques, melocotones, piñas, cócteles de frutas, puré de manzana, peras, zanahorias, vegetales mixtos y otros de los alimentos que se ofrecen en el comedor de las escuelas, que con el fin de que perduren más tiempo, contienen aditivos e ingredientes genéticamente modificados, cuyas características han sido alteradas con biotecnología moderna.
De hecho, según estudios publicados en 2009 por investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard, la mayoría de los alimentos enlatados contienen grandes concentraciones de Bisfenol A (BPA, por sus siglas en inglés), un químico industrial que se utiliza para recubrir el interior de latas de metal de los alimentos y las bebidas.
El BPA, prohibido por la Administración Federal de Medicamentos y Alimentos, puede ser nocivo para la salud de infantes y niños, debido a que está asociado al aumento de obesidad infantil y estrechamiento de arterias, cuyos efectos pueden incluir infartos repentinos.
No obstante, la trascendencia del problema no culmina con estos estudios. También la provisión de embutidos y carnes rojas puede afectar el bienestar de los participantes del comedor escolar, de acuerdo a un informe que lanzó en octubre del 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El mismo sostiene que: ‘‘Las carnes rojas y procesadas que incluyen perros calientes, salchichas, jamón, carne en lata y salsas a base de carne, tienen evidencia más fuerte, aunque todavía limitada, de asociación con el cáncer colorrectal. También hay evidencia de enlaces con cáncer de páncreas y cáncer de próstata’’.

Educación física con poco físico
Por otro lado, son más las escuelas que a falta de maestros deciden convertir la clase de educación física en una asignatura electiva, que el alumno toma conforme al grado académico que se encuentre cursando. 
Por eso, planteles como la Escuela Especializada en Tecnología, Gerardo Sellés Solá de Caguas, cuenta con estándares curriculares que dictan que los estudiantes de noveno grado son los únicos que pueden tomar el programa de actividad física de la escuela.
Y aunque la escuela intenta llevar en cumplimiento los patrones del DE que establecen que los requisitos de graduación solo requerirán un crédito del curso, ya sea en séptimo, octavo o noveno, la educación física en apenas un grado escolar es insuficiente.
Las recomendaciones mundiales sobre la actividad física, hechas por la OMS, aconsejan que los niños y jóvenes entre los 5 y 7 años hagan como mínimo 60 minutos diarios de ejercicios fuertes o moderados. Incluso, un mayor tiempo puede reportar beneficios superiores. Asimismo, es necesario que se empleen movimientos que refuercen el corazón, los músculos y los huesos al menos tres veces por semanas.
 Pese a que el DE dice proveer a los estudiantes ‘‘la mejor oportunidad de destrezas y conocimientos necesarios para que alcancen y mantengan un estilo de vida saludable’’, la idea de incentivar a que los niños se muevan más y realicen ejercicios que mejoren su salud se ha entorpecido por el cambio en sus currículos.
El nuevo plan estratégico del DE, así como la enmienda en octubre 2015 a Ley de Educación Elemental y Secundaria (ESEA) del 1965, redujeron de 2 créditos a 1 los requisitos de graduación en las escuelas intermedias y superiores. Esto contrasta con el pensar de maestros de Educación Física como Carlos Torres, quien opina que la materia debería ser compulsoria desde kindergarten hasta cuarto año.
‘‘En un país plagado de diabetes, alta presión y problemas del corazón debería ser una prioridad que las generaciones estén saludables y con buenos hábitos de ejercicios. Para la inmensa mayoría de nuestros estudiantes la clase es el único momento del día donde mueven el cuerpo’’, manifestó Torres.
De la misma manera, Torres aseguró que el DE no ha respetado la Ley 146 del 2000, la cual exige que todas las escuelas que tengan más de 250 estudiantes necesitan más de un profesor que ofrezca la materia, por lo que hay muchos instructores físicos desempleados. 
Mientras estas acciones siguen ocurriendo en el sistema público de enseñanza, Puerto Rico sigue posicionándose como unas de las islas del Caribe con más sobrepeso.

Nota de la editora: Mañana se seguirán discutiendo las irregularidades en la prevención de los malos hábitos alimentarios en las escuelas del país, con un reportaje que expondrá la escasa prevención de trastornos alimentarios en los planteles de la Isla.


Invisibilizados los trastornos de la conducta alimentaria en las escuelas públicas

Nota de la editora: Este es el tercero y último reportaje sobre las irregularidades en la prevención de los malos hábitos alimentarios en las escuelas del país. Para concluir esta serie investigativa hoy se pondrá de manifiesto la escasa prevención de trastornos alimentarios en los planteles de la Isla.

            Ocultos, pero reales están los desórdenes alimentarios entre los pasillos y salones de las escuelas del País. Existen y pasan desapercibidos, ya sea por la falta de educación o por creer que la anorexia, la bulimia y otras enfermedades psicológicas están muy alejadas del entorno social puertorriqueño.
            Los trastornos de la conducta alimentaria, padecimientos emocionales y obsesivos sobre la imagen corporal, son temas poco discutidos en las aulas escolares a pesar de que 30 millones de hombres y mujeres de todas las edades sufren la condición, la cual relacionan estrechamente con el acoso escolar y la baja autoestima de los niños. 
Estudios publicados en el 2015 por la Revista Internacional de Desórdenes Alimentarios revelaron que la mayoría de los estudiantes que son víctimas de violencia escolar tienden a desarrollar anorexia y bulimia por problemas relacionados al aspecto físico. Precisamente lo que le sucedió al estudiante de la Escuela Especializada Central de Artes Visuales de San Juan, Enrique Gautier, cuando tenía 12 años.

"Deberías matarte’’, ‘‘Nadie te va a querer’’, ‘‘Eres gordo’’, comentarios que fueron el detonante para que el joven tuviera que ser internado en una clínica psiquiátrica por anorexia nerviosa, caracterizada por una imagen corporal distorsionada y la incesante búsqueda de delgadez. Aunque difícil de creer, estas frases son más comunes de lo que parecen en los planteles escolares.
‘‘Debido a eso estuve dos meses en el Centro Psiquiátrico de Bayamón. Fue una experiencia fuerte. Quise perder peso, estar flaco y corta’o. Y pues comencé a ejercitarme, pero en el trayecto se me fue de las manos’’, manifestó Gautier, quien aún a sus 17 años sigue batallando con la enfermedad.
‘‘No todos logramos salir de la anorexia. Es difícil, aún más si no te valoras y no estás fuerte emocionalmente’’, expresó el alumno.
Comportamientos como el de Gautier, se van manifestando en el inicio de la adolescencia y pubertad de los niños. En especial cuando comienzan la búsqueda de una identidad que los haga sentir aceptados en un grupo, según el consejero profesional del Centro de Transformación Familiar de San Juan, Edwin Morales.
Sin embargo, a pesar de lo delicado del asunto, el DE aún no ha tomado acción alguna sobre la prevención del problema, ya que la única forma en la que se orienta sobre la enfermedad es por medio del marco curricular de la clase de Salud, cuyo documento solo recoge principios filosóficos y enfoques particulares de la agencia, en contradicción con lo que se cataloga como ‘‘acoso psicológico’’ en la Carta Circular número 10, enviada a comienzos del año escolar 2015 por el secretario de Educación, Rafael Román Meléndez.
Además, ignora la enmienda que se realizó en el 2008 a Ley Orgánica del Departamento de Educación, la cual sostiene que se ‘‘reconocerá el derecho de los estudiantes a su seguridad personal, libre de hostigamiento e intimidación’’, así como supone que el estudiante se desarrolle en un ambiente sano donde se proteja su intimidad y dignidad personal.

A falta de investigación, poca la prevención
            Tampoco el DE y su Programa de Trabajo Social Escolar poseen datos referentes al acoso escolar como causante de los desórdenes alimentarios. Según el director de la oficina, Roberto Montañez García, en lo que va de año se han reportado 460 casos de acoso, pero no hay categorías que especifiquen si la violencia cometida está ligada a acciones o comentarios negativos sobre el aspecto físico del niño o del joven.
            De acuerdo a Montañez García: ‘‘Realmente los casos no se dividen por categorías especiales, excepto los datos estadísticos que poseo sobre el estudiante acosado y el que acosa. Tenemos conciencia que pueden haber (situaciones), pero pudieron haber sido referidos’’.
El hecho de que estas 460 denuncias no se hayan dividido por asuntos específicos, manifiesta el poco compromiso del DE con la salud mental del estudiantado del sistema público de enseñanza.
Además, se convierte en una situación peligrosa para los alumnos y el resto de la población de la Isla, debido a que las consecuencias de las enfermedades de la conducta alimentaria conllevan problemas físicos y emocionales como: el riesgo de suicidio, fallas cardíacas y renales, osteoporosis, rupturas gástricas, entre otros. De hecho, estas afecciones encabezan la tasa más alta de mortalidad de desórdenes psiquiátricos a nivel mundial.
Ni tan siquiera los informes del Departamento de Salud de Puerto Rico exponen la cantidad de casos de anorexia, bulimia u otro trastorno que se reportan al año. Tampoco indican el número de personas atendidas en las pocas clínicas de salud mental de la Isla.
            Por otro lado, aunque el plan de estudios de la materia de Salud insiste en que el programa debe ‘‘integrar todas las dimensiones; física, mental, social, cultural, espiritual y vocacional’’, lo poco que se habla en clase y la carencia de personal con capacitación en el tópico, podría también enfermar al estudiante. Al menos así lo señaló la psicóloga especializada en anorexia y bulimia, Mayleen Reyes.
            Para Reyes, es importante evaluar el material que se ofrece en la clase porque la enfermedad posee un nivel de complejidad para las personas que no conocen la raíz del tema. Asimismo, enfatizó en que para que el DE trate de integrar un programa de prevención, primero debe consultar con expertos en el área.
‘‘Si no saben cómo actúa el desorden (los maestros), podrían darse unos manejos inadecuados. No por mala intención, sino porque no conocen la expresión de ellos. Tú podrías ser psicólogo, pero eso no te hace estar preparado a trabajar con anorexia o bulimia. Son necesarias personas especializadas y comprometidas con la salud’’, aseguró Reyes.
Asimismo, no titubeó al manifestar que las técnicas de enseñanza sobre el tamaño de porciones alimenticias, que determinan la cantidad que se debe comer, y los pesajes que se hacen en las clases de Salud y Educación Física, afectan aspectos psicológicos del joven en crecimiento. Como sucedió con una de sus pacientes con anorexia, quien tras recibir una charla sobre ‘‘buena alimentación’’, se obsesionó con todo lo que consumía.
Coincidiendo con la postura de Reyes, el consejero social Morales opinó que el material sobre los valores nutricionales que discuten los maestros en las aulas crea inquietud en los estudiantes acerca de lo que pueden comer o no. Por lo que el DE tiene como responsabilidad orientar con meticulosidad. 
‘‘El DE debe realizar un proyecto educativo que promueva la enseñanza de las conductas del cuerpo. Así evitaría que más chicos caigan en una patología tan triste como ésta, la cual podría provocar hasta la muerte’’, subrayó Morales.


Mayo 2016

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